Los episodios contra los tres poderes brasileños, una semana después de la asunción del nuevo gobierno, vienen a engrosar una lamentable lista de manifestaciones contrarias al Estado de Derecho. Cuando se pretende poner en jaque a esas Instituciones, cruje el Estado de Derecho y con él, la democracia.
Es lógico entonces que alcemos nuestra voz de condena a quienes se pasan por arriba un pronunciamiento electoral. Sean del país que sean y del signo político que sean. Los liberales republicanos somos así. Sin dudarlo condenamos esos hechos.
Pero no todos actúan de la misma manera. Algunos, no pocos, solamente alzan sus voces de protesta cuando las víctimas de turno son sus afines ideológicamente.
Hablemos claro, cuando el signo político es afín a la izquierda, rápidamente se conocen las voces de condena de ese espectro ideológico. Pero cuando el Estado de Derecho y por ende la democracia son atacados por sus camaradas, no solamente no condenan, por el contrario, defienden lo indefendible.
«Es una sociedad distinta que eligió un camino distinto», dijo Carolina Cosse cuando Adolfo Garcé le preguntó concretamente si Cuba y Venezuela son una democracia. Todos lo recordamos.
Si las asonadas son contra el Chile de Piñera o a favor del separatismo catalán, para el Frente Amplio es válido.
Pero no es necesario buscar ejemplos afuera.
En 1994 protagonizaron un hecho penoso, cuando pretendían que el gobierno de la época no respetara una decisión judicial, porque los etarras -terroristas- a ser extraditados, eran compañeros ideológicos del Frente Amplio. Líber Seregni, Tabaré Vázquez y Danilo Astori en primera línea y los tupamaros con camionetas pertrechadas por si surgía la ocasión, vestían la protesta.
Más cercano en el tiempo, se pasaron por las partes -al decir de Fernández Huidobro- dos pronunciamientos populares, con el agravante, además, de haber prometido, con el moderado Astori de garantía, que no lo iban a hacer.
Algunos intelectuales que empuñaron las armas, como Carlos Liscano, ahora advierten el error de haber defendido la dictadura cubana, y la condenan.
Otros revolucionarios, con versos, pero sin pólvora, como Joaquín Sabina, entre otros, también la han condenado.
Pero las que siguen sin condenar son las autoridades partidarias de la izquierda uruguaya y quienes piensan ser sus candidatos a la presidencia.
Condenan con vehemencia cuando atacan a sus amigos, y justifican como democracias distintas a donde gobiernan sus amigos dictadores.
He ahí nuestra diferencia de principios, nosotros condenamos a todos.
Columna publicada en Montevideo Portal, por Fitzgerald Cantero